Tokio es una ciudad de contrastes. El día anterior nos habíamos acercado a su imagen más típica, esa estampa en la que los neones y las luces lo invaden prácticamente todo. En nuestro segundo día en la capital íbamos a conocer un Tokio mucho más tranquilo, casi atrapado en el tiempo, en el que los edificios bajos y las casas de madera sustituyen a altos rascacielos y en el que sus habitantes no parecen correr de un punto a otro, sino disfrutar de un ritmo mucho más pausado.

1. Parque de Ueno. Situado al noreste de la ciudad, en él se encuentran un buen número de templos, museos y santuarios. Allí tuvo lugar la última batalla entre las tropas de los Tokugawa y el ejército del emperador, en 1868. Cinco años después, el parque fue declarado de utilidad pública. Desde entonces, tokiotas y turistas han podido disfrutar de sus lugares sagrados, sus zonas ajardinadas y sus tranquilos caminos, sobre todo durante la floración de los cerezos. Antes de visitar los bonitos santuarios y templos que acoge el parque, nos acercamos a la entrada del Museo Nacional de Tokio, en el extremo norte, donde se exhibe una gran colección de tesoros nacionales. En el parque de Ueno se encuentran también el Museo Nacional de Ciencia, el Museo de Arte Metropolitano de Tokio, el Museo Nacional de Arte Occidental, cuyo edificio está diseñado por Le Corbusier, y el Museo Shitamachi, un museo dedicado al antiguo barrio de Tokio con el mismo nombre en el que se presenta cómo era la vida en los períodos de Meiji y Showa.

2. Santuario Toshogu. Declarado Tesoro Nacional, fue construido en 1616 en honor a Ieyasu, el primer shogun del shogunato Tokugawa de Japón, que fue enterrado en Nikko. En 1651, el tercer shogun Iemitsu Tokugawa mandó cubrirlo con grandes cantidades de pan de oro, convirtiéndose así en uno de los santuarios más llamativos de la capital.


Tras cruzar un gran torii de granito, se accede a una bonita avenida bordeada de unos 50 faroles de bronce, regalos de los daimyo (señores) al shogun. Sobre el pórtico de la muralla Karamon, de estilo chino, hay unas llamativas esculturas con forma de dragón talladas por uno de los escultores japoneses más reconocidos de principios del siglo XVII, Hidari-Jingoro. Se dice que sus obras eran tan bellas que escapaban por la noche (o tan apreciadas que probablemente las robaban). De él es también la famosa escultura del gato del santuario Toshogu de Nikko que visitaríamos pocos días después.


El santuario ha sobrevivido a terremotos, guerras e incendios. Si se quiere visitar por dentro, o acceder el jardín de peonías, hay que pagar entrada. Junto a él se encuentra la pagoda de cinco pisos del antiguo templo Kaniji, que también se mantuvo en pie tras la batalla de Ueno.

3. Ueno Daibutsu. El Gran Buda de Ueno o Ueno Daibutsu era una enorme estatua de bronce originaria del período de Edo. Sufrió varios daños en terremotos e incendios hasta que finalmente se le cayó la cabeza durante el Gran Terremoto de Kanto (1923). Así pues, gran parte de su volumen se fundió para ser utilizado como material bélico durante la Segunda Guerra Mundial. Desde 1972, su cara volvió a estar expuesta en su ubicación original. Junto a ella se encuentra una pequeña pagoda así como varias paredes donde colgar unas tablas ema con la cara del Buda pintada, u otras con forma de flor de cerezo.


4. Un túnel de puertas rojas torii marca el camino a la entrada del santuario Hanazono Inari, donde tampoco pueden faltar las estatuas de zorros con baberos rojos.


El edificio del santuario Gojoten, considerado uno de los más antiguos de la zona de Ueno, fue trasladado en numerosas ocasiones hasta que finalmente fue ubicado junto al santuario Hanazono Inari en 1928. Se trata de dos santuarios sencillos, pero alejados de los grupos de turistas y que sin duda merece la pena visitar.

5. Templo Kiyomizu Kannon-do. Inspirado en el famoso Kiyomizu-dera de Kioto (de ahí su nombre), este templo es muy popular entre las mujeres y parejas que quieren tener hijos. Desde su balcón de madera se tienen unas bonitas vistas al templo Benten-do y, si te pilla en época de hanami, a los cerezos del parque de Ueno.


6. El estanque Shinobazu es un estanque natural dividido en tres partes: un estanque de lotos, otro para botes y un tercero poblado por patos y otras aves acuáticas locales. Los lotos florecen en verano, por lo que desgraciadamente sus vistas no son tan espectaculares en otra época del año. De todos modos, es un paseo muy agradable en el que se pierde de vista por completo que estamos en una metrópolis como Tokio.


En el centro del estanque se encuentra la isla Benten, lugar donde se levanta el templo Benten-do. Se trata de un salón octogonal dedicado a Benzaiten, diosa budista de la música, las artes y el conocimiento, la única mujer entre los dioses del budismo.


7. Kamachiku. No os podéis perder este acogedor restaurante si pasáis la mañana en el parque de Ueno y os apetece conocer Yanaka por la tarde. Se trata de un precioso almacén de ladrillo construido durante la era Meiji y cuidadosamente restaurado, con vistas a un delicado jardín japonés. Su plato estrella es el udon, que sirven frío o caliente, y que puedes acompañar con una gran variedad de sake y pequeñas guarniciones. Realmente delicioso.

Pasear tranquilamente por el barrio de Yanaka es un plan muy agradable, en él te encontrarás con una cara totalmente distinta al Tokio moderno y cosmopolita de otros barrios como Shibuya o Shinjuku. Milagrosamente salvado del terremoto de 1923 y de los bombardeos de 1945, Yanaka está repleto de bonitas casas de madera, tiendas de comercio local, viejas cafeterías y pequeños templos.



8. Kayaba Coffee. Construida a principios del siglo XX, en esta bonita casa de madera se lleva sirviendo café desde 1938 (exceptuando una breve pausa entre 2006 y 2009). En el piso de abajo hay, junto a grandes ventanales, unas cuantas mesas de madera con butacones de piel, muy retro y acorde con la decoración del café; arriba las mesas son bajas y el suelo es de tatami. Es el lugar perfecto para tomar un café o un té acompañado de un rico pastel de matcha. Justo en la acera de enfrente, la antigua Yoshidaya Liquor Shop es una visita realmente interesante.

       

Apenas a un minuto andando nos encontramos con SCAI The Bathhouse, una galería de arte contemporáneo instalada en unos antiguos baños públicos. Su inusual arquitectura bien merece una visita; además, hoy en día la galería goza de un prestigioso reconocimiento internacional. Si te gusta el arte contemporáneo, no deberíais perdértela. Otra interesante dirección por la zona es Ueno Sakuragi Atari, un pequeño grupo de casas tradicionales de madera que se han convertido en una panadería, una cervecería y una tienda gourmet.

9. Yanaka Ginza es un ejemplo de shotengai o calle comercial típica de Japón. Su encanto como de otra época reside en las pequeñas tiendas, desde carnicerías, pescaderías y verdulerías, a proveedores de comida preparada, té o dulces tradicionales – todo preparado a mano y en pequeñas cantidades. También hay unas cuantas tiendas de souvenirs y puestos de comida. Desde la escalera de Yuyakedandan, que se encuentra de camino a la estación de Nippori, se obtienen unas bonitas vistas de toda la calle, especialmente al ponerse el sol.

Desde Nippori cogimos el metro para cambiar de barrio y visitar nuestro último destino del día: Asakusa, el corazón de la antigua Shitamachi. Asakusa, debido principalmente a sus teatros kabuki, fue el principal distrito de entretenimiento desde mediados del siglo XVIII hasta principios del XX, momento en que otras áreas como Shinjuku saltaron a la fama. A pesar de ello, Asakusa se ha mantenido como un lugar muy popular entre los turistas, que diariamente acuden en masa a visitar el templo Sensoji y las tiendas adyacentes. Nosotros preferimos evitar las grandes conglomeraciones y por eso fuimos al caer la tarde. La gran mayoría de tiendas aún estaban abiertas y, aunque lógicamente había gente, creo que fue un acierto. Pudimos ver así las persianas de algunas tiendas que ya habían cerrado, tanto en Nakamise-dori como en Demboin-dori, que tienen bonitas pinturas, y sobre todo disfrutar de un ambiente mucho más relajado. Pero antes de adentrarnos en el barrio nos acercamos al río Sumida, desde donde se tienen unas interesantes vistas a Tokyo Skytree y al Asahi Beer Hall, famoso por su curiosa llama dorada.

10. Asakusa Tourist Culture Information Centre. Es muy recomendable visitar este centro antes de conocer el templo Sensoji, que está justo en frente, principalmente por las vistas que se tienen desde su terraza del octavo piso. La entrada es gratuita y cierra a las 20h.


11. El templo Sensoji, dedicado a la diosa de la misericordia Kannon, es el templo budista más antiguo de Tokio. Para llegar al tempo debemos cruzar su puerta exterior, la puerta Kaminarimon, una impresionante construcción de color rojo en cuyo centro cuelga un enorme farol de papel con estructura de bambú que pesa nada menos que 670 kilos. A ambos lados se encuentran las estatuas de dos deidades que guardan la entrada al templo: Fujin, el dios del viento, y Rajin, el dios del trueno.

Al cruzar la puerta Kaminarimon llegamos a Nakamise-dori, una calle peatonal repleta de pequeñas tiendas y puestos de comida. Allí se pueden probar distintos dulces típicos de la zona de Asakusa, como las galletas rellenas ningyo-yaki o los crackers de arroz sembei. Al final de la calle Nakamise se levanta la segunda puerta de acceso al templo Sensoji, la puerta Hozomon. Junto a sus dos estatuas guardianas destacan dos enormes alpargatas de paja que pesan más de dos toneladas cada una.


Antes de llegar al salón principal, veremos a nuestra izquierda la segunda pagoda más alta de Japón, la pagoda de cinco pisos. A mano derecha hay algunas tiendas adicionales donde comprar amuletos, barras de incienso o los divertidos papeles de la fortuna omikuji.


El salón principal Hondo está dividido en el santuario interior o naijin y el santuario exterior o gejin. La visita es gratuita y puede hacerse de 6h a 17h, así que tenlo en cuenta si, como nosotros, decides ir a Asakusa por la tarde o noche. Alrededor del salón principal hay otros edificios menos relevantes pero igualmente bonitos como la puerta Nitenmon, una de las pocas estructuras del templo Sensoji que sobrevivió a los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, el santuario Asakusa, en el extremo noreste del complejo, o el salón Yogodo, en cuyo jardín japonés podemos ver el puente de piedra más antiguo de Tokio (1618).


En los alrededores de la calle Nakamise hay otras muchas tiendas de recuerdos y objetos tradicionales. Pasamos por varias de camino a Hoppy Street y concretamente en la tienda Kocho vi las yukatas y los kimonos más baratos de todo el viaje, con precios que empezaban en los 500 y 1000 yenes respectivamente.

12. Hoppy Street. Situada al lado oeste del templo Sensoji, Hoppy Street es una animada calle llena de bares de estilo japonés donde podrás comer o picar algo acompañado de una Hoppy: una bebida baja en alcohol con sabor a cerveza, que se popularizó en esta zona tras la Segunda Guerra Mundial, debido a que la cerveza era demasiado cara. Hoy en día se sirve junto a un trago de shochu, un alcohol similar al sake. Otro de los motivos por el que vale la pena visitar Asakusa de noche es el buen ambiente que hay en esta calle: un montón de barrecillos con terrazas (cubiertas en los meses fríos) se suceden unos a otros. Cuesta encontrar un taburete que no esté ocupado, pero no desesperes en tu empeño y siéntate en cualquiera que veas libre, es muy probable que acabes conversando con los de la mesa de al lado.

Tras la cerveza de rigor en una de las terrazas, fuimos en busca de un local de yakiniku que había encontrado leyendo las recomendaciones de algún blog: Niku no Stamina Ya. Yakiniku es un término japonés que, en rasgos generales, se refiere a los platos de carne a la parrilla. En la mayoría de restaurantes de este tipo suelen tener una plancha en el centro de la mesa, donde cada comensal puede cocinar su propia carne y verdura en trozos pequeños. El local que tenía anotado estaba un poco apartado y allí no había ningún occidental. Todo un acierto, pensamos. Por desgracia, al entrar el camarero nos dijo (o bueno, mejor dicho señaló un papel donde en inglés ponía) que estaban completos. Lo hizo mientras recogía la mesa que acababa de quedarse libre... En fin, entendemos que a veces puede resultar un poco cansado tener que lidiar con turistas en estas zonas, pero lo cierto es que nosotros no pudimos sentarnos simplemente porque al camarero no le apeteció esforzarse un poco, así que no recomendamos ir allí.


Tampoco nos salió tan mal la jugada porque acabamos comiendo un rico okonomiyaki (y un monjayaki) de vuelta en Hoppy Street. Cenamos muy bien y realmente es un plan súper divertido ver cómo preparan los platos en una plancha en la misma mesa donde vas a comer; eso sí, olvídate de usar la ropa que lleves ese día el resto del viaje a no ser que la laves, porque se genera una humareda monumental. El local no está señalado en Google Maps, pero es un lugar bastante grande que hace esquina más o menos a mitad de la calle, así que no tiene pérdida.