Al contrario que el viaje que hicimos recorriendo la costa sur, visité estas localidades del noreste de Bretaña en diferentes escapadas. Sin embargo, si estáis pensando en visitar la zona, se pueden ver las tres que os propongo en dos días fácilmente, incluso incluir algún destino más. La bonita y costera Dinard (de la que, por desgracia, no tengo fotos) o Dol-de-Bretagne y su enorme menhir pueden ser otras interesantes localidades a incluir en vuestra ruta por el noreste bretón.


1. Dinan está situada en una colina junto al río Rance. Como otras muchas localidades bretonas, destaca por su bonito casco histórico: un conjunto de calles adoquinadas que suben y bajan custodiadas por numerosas casas de piedra o con entramado de madera. Al final de la Rue du Jerzual, la calle más importante de Dinan, ya que era el antiguo acceso al centro de la ciudad, encontramos la Porte du Jerzual, una torre de vigía del siglo XIII.


Esta parte vieja de la localidad continúa protegida por una muralla medieval de casi 3 kilómetros de longitud, que forma parte del castillo levantado a finales del siglo XIV. Un foso separa la ciudad y las defensas colindantes del Torreón Donjon de la duchesse Anne, formado por dos torres circulares unidas entre sí.


Por si pasear por su bonito centro histórico supiese a poco, las vistas hacia la ladera en el lado este son realmente alucinantes. Desde la parte alta de la muralla se vislumbra el río Rance y su pequeño puerto deportivo, el acueducto que lo cruza y unas cuantas casas que permanecen en la parte baja, rodeadas de césped y árboles que cuando fuimos nosotros se mostraban en todos los tonos otoñales posibles.


Siguiendo la muralla hacia el oeste se puede ver también la otra parte de la localidad desde las alturas. Las cuestas y pendientes se hacen más evidentes desde allí arriba y se obtiene una bonita panorámica del casco histórico.


En lo más alto destaca la basílica de Saint-Sauveur, un templo que fue edificado en el siglo XII y en el que se entremezclan todos los estilos arquitectónicos: el gótico, el románico y el barroco. Muy cerca de la basílica encontramos un curioso y acogedor bar, Le Saint-Sauveur (19 Place Saint-Sauveur), decorado con coloridos dibujos en las paredes y con una chimenea que invitaba a sentarse junto a ella, el sitio perfecto para un café o infusión bien calientes. Otros puntos de interés que merece la pena visitar antes de marcharse de Dinan son la Torre del reloj y la iglesia de Saint-Malo, uno de los edificios de estilo románico más importantes de toda la región.



2. De una ciudad amurallada a otra. En la costa norte, Saint-Malo destaca por su centro histórico completamente amurallado a orillas del mar. La historia de esta estación balnearia se remonta al siglo VI, aunque Saint-Malo alcanza su época dorada durante la Edad Media, momento en que era una isla fortificada del río Rance que controlaba la entrada a Bretaña por el mar desde el norte. En un pequeño islote cerca de la costa fue construido a finales del XVII el Fuerte Nacional, bajo las órdenes de Louis XIV. Siglos después, durante la Segunda Guerra Mundial, Saint-Malo fue completamente destruida por tropas estadounidenses, ya que unos pocos soldados alemanes se habían refugiado tras sus murallas de piedra tras el Desembarco de Normandía.


Aunque creo que sus calles no tienen el encanto de otras pequeñas poblaciones bretonas como la propia Dinan u otros pueblos de interior, sus playas de arena a los pies de la muralla son un interesante atractivo turístico. Pasear a lo largo del puerto o ver la puesta de sol desde su muralla pueden ser dos planes perfectos para finalizar el día.


3. Nuestro último destino, el Mont Saint-Michel, no pertenece a Bretaña sino a su vecina Normandía, aunque hoy en día bretones y normandos siguen discutiendo sobre ello. Discusiones aparte, la visita a esta histórica fortaleza no deja indiferente a nadie. Su imponente arquitectura, su situación en medio de una bahía cuyo paisaje varía a medida que pasan las horas y el encantador pueblecito entre sus muros convierten al monte Saint-Michel en una visita obligatoria si te encuentras de ruta por Bretaña o Normandía.


Creo sinceramente que el Mont Saint-Michel es uno de esos destinos que cada viajero vive de forma distinta. También me parece que la gran cantidad de turistas que lo invaden (o invadimos) cada día hacen que la experiencia pierda algo de sentido, aunque es un lugar con tanto que ofrecer que incluso rodeado de miles de personas merece la pena inmiscuirse entre sus calles. Lo cierto es que hoy, 6 años después de mi visita, recuerdo perfectamente haber sentido el silencio de sus muros. No deja de resultarme paradójico haber notado ese sentimiento de tranquilidad en medio de tanta gente, pero, por otro lado, no me sorprende dada la gran imponencia del espacio. Y es que, bajo mi punto de vista, pesa tanto la historia que se desprende de su arquitectura, que es capaz de transportarte a otro tiempo y otro lugar.



Para mí, el mayor interés del Mont Saint-Michel reside en que conjuga dos factores diferenciados: su imponente interior y las vistas hacia el exterior. Dentro de la abadía destacan sus bonitas calles y sus lugares de culto. También las torres-mirador, como la de St. Gabriel, el antiguo molino de Moidrey, el impresionante Refectorio o el campanario, coronado por una estatua del arcángel San Miguel matando al dragón.


Para los que hemos nacido y crecido en el Mediterráneo, las costas del Atlántico se nos antojan caprichosas e inquietantes. No estamos acostumbrados a las mareas, y mucho menos a encontrarnos en un lugar que en cuestión de minutos puede convertirse en una isla. Las vistas desde la abadía son realmente alucinantes, y todavía más si tienes la suerte de presenciar cómo llega la marea al monte y lo rodea. Puedes planificar tu visita teniendo en cuenta ese dato, que encontrarás en su página oficial, aunque también lo indican en varios carteles al llegar al monte. Dicen que la velocidad a la que llega la marea es comparable a la de un caballo a galope, por lo que no es aconsejable adentrarse por libre en las arenas de la bahía, sino hacerlo únicamente bajo las órdenes de un guía.



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Algunas de las fotos son de mi amiga Irene.